Sonó la alarma. Mierda, maldita rutina. Apagó el
despertador con un golpe, como cada mañana, se desperezó y salió de la cama. Se
miró al espejo y no sabía si había sido real o si todo fue un sueño. Después de
la ducha estaba algo más despierta, pero seguía algo confundida. ¿Por qué es
lunes otra vez? Preparó las cosas de ese día, decidió la ropa y se vistió. Se
puso los cascos y mientras sonaba Passenger, desayunó: café y tostadas.
La mañana marchó como siempre: aburridas clases de
aburridos profesores, lo único bueno de las clases es la compañía. Los
compañeros de clase son los que hacen diferente la rutina. A ella siempre le
gustaron los lunes, se sentía rara cada vez que lo decía porque todo el mundo
odiaba los lunes. Pero ella veía los lunes como una nueva oportunidad, como un
nuevo libro en blanco, como un lienzo en blanco, como una canción por escribir.
Veía los lunes llenos de oportunidades, de propósitos y de sonrisas. Aunque
este fue un lunes raro, diferente a todos los demás, fue bueno también. A su
manera. Cuando llegó a casa a comer, le esperaba una carta en el buzón y una
caja en el felpudo. ¿Qué será? ¿De quién? ¿Por qué? Cogió ambas cosas y entró a
casa. No había nadie, mejor.
En el sobre ponía 'abre primero la caja': le temblaban
las manos y el corazón le iba a mil por hora. Sentía curiosidad e ilusión por
saber de quién era y qué contenía, pero tenía algo de miedo. Nunca le había
gustado abrir regalos, incluso estando sola. La curiosidad le podía, no sabía
qué contenía aquello pero quería saberlo. Aunque una parte de sí misma se moría
de miedo. Al final, cogió la caja y la abrió. ¡SORPRESA! Se quedó boquiabierta.
No lo podía creer. ¿Cómo puede ser? No. No puede ser. Temblaba todavía más que
antes, el pulsó se le disparó. No sabía si reír o llorar. No sabía qué sentir.
¿Por qué ahora? Sonrió. Intentó calmarse y decidió leer la carta, aún con el
corazón a mil por hora. Tenía un nudo en el estómago y parecía que el corazón
se le iba a salir por la boca. Se le cayó la carta dos veces antes de conseguir
abrirla.
Ella temblaba. Lloraba, pero no sabía si de alegría, de
tristeza, de rabia, de impotencia, de amor, de desamor, o de qué. Estaba
nerviosa. Abrazó a Coby. Joder, ¿por qué ha tenido que volver ahora? ¿Para
poner mi mundo más patas arriba de lo que ya estaba?
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