miércoles, 11 de septiembre de 2013

196. Mis cuatro paredes

Estas cuatro paredes hablan de un día demasiado soleado para quién no tiene planes, de un corazón que busca oír algo que la haga bailar y de cientos de canciones que ya han sonado. Pero estas cuatro paredes pasan horas entre la luna y otra ciudad, pensando en mañana e imaginando de que hablarán los años, porque entre estas cuatro paredes hay algo que habla de que será de ellos cuando haya un cómo y un dónde. Mientras tanto, una sigue pensando en las sorpresas, en aquella mirada que le pide que pase esta vida a su lado y en las veces que se le entrecorta la voz cuando las noches se ponen feas. Una sobrevive a base de sueños, que lejos de aproximarse se alejan. Una no pierde las ganas de dar tumbos por alguna ciudad del mundo y muere por otra noche de las de "bienvenida a casa" y mañanas de las de "buenos días princesa".
Por si fuese poco, esta mente no cesará, nos perseguirán las opciones y su manía de torturarnos lentamente hasta que nos decantemos por una de las miles de cartas que nos deja entre manos  y cuando escojas la tuya, el corazón volverá a hablar por ti, porque siempre nos habla, incordia, se confunde y echa de menos. Porque el corazón tampoco cesa.
Hay mil cosas que siempre echarás de menos, porque este juego es una calle sin atajos ni desvíos. Es una recta sin cruces ni paradas donde quedarte a pensar en volver atrás. En nuestras manos están tantos años con los que no sabemos ni que hacer y son tan grandes nuestras ganas de compartir, que casi se nos olvida todo lo demás. Estadísticamente, son tantos los precipicios con los que nos podemos encontrar y son tan pocas las razones que nos quieren detener... casi nos hemos decidido a darnos por vencidos y dejarnos llevar. Son tantos los bailes y locuras que nos dejaremos en el tintero que casi da miedo pensarlo. Son tantos los atardeceres que no tenemos en común que nos precipitaremos en medio de uno en cuanto algún abril nos lo conceda. Son tan grandes nuestras ganas de encontrarnos en la misma ciudad para tomar un café, mirarnos o hablar de un viernes que parece que el mundo se acaba cuando lo conseguimos.

Seguramente el mundo no nos entienda, ni yo entienda el porqué de tantas cosas, pero nadie ha dicho que tengamos que entendernos para aceptarnos. Mundo, tú y yo solo compartimos espacio.

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