viernes, 31 de mayo de 2013

160. El "Para Siempre" también tiene fecha de caducidad.

Felicidad. Algo que no sentía desde quién sabía cuándo. Sólo recordaba esa palabra como algo que había tenido en tiempos remotos, o tal vez no tan remotos, pero sí cuando él estaba a su lado. Cuando lo veía aparecer desde el banco en el que se encontraba, con esas gafas de sol y ese pelo desaliñado que tanto le gustaba, pero no tanto como su sonrisa. Esa que se dibujaba en su rostro al verla. Y a ella le encantaba, le encantaba que alguien fuera capaz de sonreír por ella, le encantaba hacerle feliz. Y cuando él llegaba a ese banco, la abrazaba para no soltarla y la hacía sentirse en el cielo, en un cielo donde sus ojos eran las estrellas que más brillaban. En esos instantes, ella jamás imaginaba que ese amor tuviera fecha de caducidad, porque cuando le preguntaba si la amaría para siempre, él le contestaba «para siempre». Pero ya ves, el tiempo tiene sus límites, y ellos creían que podrían adueñarse de él, cuando él se adueñó de ellos. No les avisó de que su amor se estaba apagando como la colilla de un cigarro, que se estaba enfriando como un café, porque al fin y al cabo, no se habían dado cuenta de que eran unos jóvenes insaciables de amor. 

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