viernes, 23 de noviembre de 2012

85. Opuestamente iguales


Somos fuego con fuego. Hielo con hielo. Aunque a veces somos fuego y hielo, hielo y fuego. Y es que nos complementamos tanto como nos diferenciamos. Porque somos dos polos opuestos que no dejan de atraerse. En lo bueno y en lo malo. Tu indiferencia a veces me arde en la piel, otras me provoca escalofríos. Tu sonrisa es mi pólvora, tus besos son mi mecha. Si me tocas ardo, te prendo, te enciendo, te quemo. Otras veces es al revés. El frío eres tú. Tus miradas son heladoras, tus gestos indiferentes. Pero todo depende del cristal con el que nos miremos, un cristal que lo distorsiona todo en cientos de colores. Aunque todo es de dos colores. Como en el casino. Y, tirada tras tirada, en esta jugada del casino de nuestras vidas tú siempre apuestas todo al negro, mientras que yo me dejo el alma en el rojo. Rojo de pasión, rojo como el fuego que arde en mi interior cuando te veo acercándote con esos ojos oscuros. Rojo y negro. Negro y rojo.

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