lunes, 19 de agosto de 2013

184. O, quizás, el universo tenga mejores planes para ti y para mí.

Quizás nos conocimos en el momento equivocado.
Quizás estemos hechos el uno para el otro, pero aquel no fue nuestro momento.
Aquella plaza rodeada de incomodidades, de dos chicas que sólo tenían ojos para ti no fue nuestro sitio, nuestro lugar.
Quizá no debí haber levantado la vista de aquel cigarrillo que fumaba a medias, porque la respiración empezaba a fallar.


O quizá no debiste haberme visto allí, sentada en el escalón, en una esquina, con las piernas cruzadas y el cigarrillo quemándome los labios.
Quizá fue nuestra culpa.
Y probablemente no debimos haber tenido amigos en común. No debieron habernos presentado, y menos debiste haberme sonreído de ese modo.
Fuimos el alpinista que subió y bajó el Everest durante meses.
La lanzadera que decidió estropearse a medio trayecto.
El rebelde que rompe las reglas.
Fuimos la paloma de la paz en plena guerra de Vietnam.

Pero quizás, dentro de tres o cuatro años volvamos a encontrarnos en cualquier otra plaza o en cualquier otra esquina. Tú estarás en el escalón, con un cigarro medio consumido y yo en ese banco deseando fumarme el Marlboro que está en la mochila, sentada junto a una señora mayor y sus cuatro gatos.
Y tú te acercarás y, entonces sí, te lo prometo, será nuestro momento.


Podremos fumarnos ese cigarro a medias, entre beso y beso.

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