No concordaban mucho. De
hecho, casi nunca concordaban. Siempre se peleaban. Y se retaban uno al otro
cada día. Él era la parte derecha de la cama y ella la ventana. Él es de fiesta
sábado noche y ella de amaneceres de domingos. Pero a pesar de sus diferencias,
tenían algo importante en común. Estaban locos el uno por el otro. Porque ella será
por la que él dejará de llamar a tres por semana. Ella será aquella por la que
él aprenderá a bailar. Ella es esa a la que llamas un domingo cuando quieres
pasártelo bien, a la que te llevas detrás de una roca en la playa a escondidas,
para que ni tu novia, ni sus amigas os vean. Ella es con la que comparas a
todas las demás. Y acéptalo, porque la quieres, pero sabes que nunca la vas a
tener del todo. Porque para ella su todo no eres tú, y es otro. Con ella haces
pactos que nunca cumples. Y te jode verdad? Saber que hagas lo que hagas ella
siempre tendrá alguien a quien llamar un domingo, alguien con quien comparar a
todos los demás, a quien llevar tras una roca, y ese, no eres tú. Porque ella
tendrá a muchos como tú, pero tú no tendrás a nadie como ella, y lo sabes. Por
eso crees que aprendiendo a bailar, o llevándola a las playas más remotas del
mundo, ella creerá lo mismo. Pero la cosa no va así, ella es el gran amor de tu
vida, pero tú no eres el suyo. Y quizás ahora no quieras verlo, pero cuando se
acaben los billetes a lugares remotos, los sábados noche sentado con ella en el
salón, igual puedas entender que ese no eres tú. Es solo lo que quieres ser.
Así que date prisa, porque tú ya has encontrado con quien quieres pasar tú para
siempre, pero déjala ir, porque ella todavía no lo ha hecho. Y te jode. Pero te
joda lo que te joda, su corazón pertenece a otro.
Hace tiempo que su corazón
dejó de latir, hace tiempo que no le da a nadie el poder ni la fuerza para
romperlo, o lo que es peor, para quererlo.
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