domingo, 20 de enero de 2013

110. Una princesa (más) engañada


Sus labios se llamaron silenciosamente, comenzando el beso con una caricia casi imperceptible. La cercanía fue aumentando. Él se embriago con el aliento de ella. Ella entreabrió ligeramente los labios, como siendo aún consciente de que no debía hacer aquello, sin embargo, la lengua de él se encargó de abrir completamente la boca ajena. Y explorar a su gusto, sentir el aroma en un sabor. Ella tenía una esencia tan fuerte. Él quería drogarse en ella, nadar en su esencia, incluso morir sintiéndola.


Aquella princesa que siempre sonreía, que nunca lloraba, que todo su mundo era rosado. La que creía en que las hadas vendrían a concederle deseos, que los príncipes existían, y que eran perfectos, que habían finales felices. Ha crecido. Ha dejado su vestido, ha dejado sus tacones altos, y los ha remplazado por unas zapatillas viejas. Ahora no teme mojarse con sus propias lágrimas, ahora teme al "que dirán”. Ahora tiene miedo, ahora no cree en cuentos, ahora no confía, ahora llora por un idiota. Ahora, ha dejado de ser princesa.

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