Sus labios se llamaron silenciosamente, comenzando
el beso con una caricia casi imperceptible. La cercanía fue
aumentando. Él se embriago con el aliento de ella. Ella entreabrió ligeramente
los labios, como siendo aún consciente de que
no debía hacer aquello, sin embargo, la lengua de él se encargó de
abrir completamente la boca ajena. Y explorar a su gusto, sentir el aroma en un
sabor. Ella tenía una esencia tan fuerte. Él quería drogarse en ella,
nadar en su esencia, incluso morir sintiéndola.
Aquella princesa que siempre sonreía, que nunca
lloraba, que todo su mundo era rosado. La que creía en que las
hadas vendrían a concederle deseos, que
los príncipes existían, y que eran perfectos, que habían finales
felices. Ha crecido. Ha dejado su vestido, ha dejado sus tacones altos, y los
ha remplazado por unas zapatillas viejas. Ahora no teme mojarse con sus propias
lágrimas, ahora teme al "que dirán”. Ahora tiene miedo, ahora no cree
en cuentos, ahora no confía, ahora llora por un idiota. Ahora, ha dejado de
ser princesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario