lunes, 17 de diciembre de 2012

100. Diferentemente iguales

Menuda estupidez, solo un idiota dejaría marchar lo que ama, porque una vez que has amado, no podrás encontrar ninguna sensación semejante. 
Cuando hay que cambiar algo en la vida, hay que empezar por uno mismo. Los cambios no nos gustan, los tememos, pero no podemos evitar que lleguen, simplemente tenemos que aceptarlos y adaptarnos, porque a veces los cambios son buenos, a veces un cambio puede representarlo todo.
Es difícil darse cuenta de que necesitas cambiar, hasta que corres el riesgo de perder lo que quieres, de perder a la persona que tantas veces te ha hecho sonreír, porque las sonrisas que te sacan las personas que te quieren, son aquellas que no se olvidan. Cuando temes perder a una persona, sabes que una parte de ti se irá con ella, porque una parte de ti, formaba parte de la vida de ambos, aunque sea la cosa más insignificante.
Cuando intentas no hacer daño a la persona que quieres, cuando intentas apoyar a esa persona, es cuando tienes la mayor posibilidad de hacerlo mal, de hacer daño, pero nunca con esa intención. 
Quizá no sea la mejor novia, ni la mejor amiga que se pueda tener, no se dar buenos consejos, pero no quiere decir que no lo intente. Se lo pesada que puedo llegar a ser, pero siempre tendré un motivo. Me cuesta aceptar las cosas, porque normalmente aceptar la realidad duele, pero hay que afrontarla en algún momento.
He hecho muchas cosas mal, pero nunca las he hecho con mala intención, mi intención siempre ha sido verte bien, pero creo que mi compañía ahora ya no ayuda. Dos personas que se quieren como no han querido a nadie no encontrarán el momento de decir adiós, porque el adiós siempre duele. Nunca, no llega nunca, porque se intenta luchar, intentar cambiar para que las cosas vayan a mejor, para que esa persona que tantas veces te ha dicho te quiero, siga a tu lado sonriendo al mirarte. 
Te das cuenta de que quieres a una persona cuando empiezas a preocuparte si habrá llegado bien, pensando cómo le habrá ido el día. Te das cuenta de que quieres a esa persona cuando piensas en él antes de dormir y lo primero que piensas al levantarte es si habrá dormido bien. Cuando quieres pasar las noches en su compañía, y te acuerdas de ella cuando ves algo que le gustará. Cuando abrazar a esa persona es una de las mejores sensaciones que tienes.
Las relaciones humanas son irracionales y a menudo, absurdas, pero siempre tienen algo que las hace especiales. Tú a mí me hiciste especial, me hiciste feliz simplemente por haberme dicho tu nombre en el momento preciso. 
Me gustaba y me gusta hacer planes de futuros viajes contigo, o futuros planes de vida, porque eso significa que las cosas pueden ser infinitas, nunca se tiene la certeza de ello, pero siempre existe esa posibilidad creando sueños en común a una persona.
No somos iguales, tú eres más fuerte que yo, yo en cambio soy una llorona, tú sueles necesitar estar solo, yo en cambio necesito muchas veces tu compañía, pero en el fondo no nos diferenciamos tanto.
Hemos cambiado, como cambian todas las personas, pero a pesar de los cambios, seguimos siendo los mismos, encontramos en nosotros lo que nos hacía falta, una persona con la que compartir las palomitas, una persona con la que chocar la mano, una persona con la que compartir la cama aunque se mueva, ronque o te quite toda la manta. Una persona a la que abrazar debajo de las sábanas.
Aunque ya no suene creíble, este ha sido el punto de inflexión, el cambio, y ahora sí que sí.
No quiero que te canses de mí, porque nadie me había hecho tan feliz con un simple te quiero, absolutamente nadie. 


Te amo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario