Hoy he vuelto a despertar
con esa sensación de soledad. Me doy la vuelta en mi cama, aún con los ojos medio
cerrados, estiro el brazo en busca de tu presencia, tus caricias… vacío… solo
encuentro a las sábanas las cuales son las que me acaricias desde hace unos
meses. Desapareciste. Los dos desaparecimos.
Me levanto con la misma dificultad
cada mañana, desde que no te tengo. Un paso, otro paso y otro más, parece que
voy labrando mi camino pero es más difícil y más oscuro si no estás conmigo, a
mí lado, agarrando fuerte mi mano, como antes solía ser.
Hablábamos cada noche, recordándonos
lo mucho que nos echamos de menos, lo que nos necesitamos el uno al otro, pero,
los finales... no tienen marcha atrás y el destino juega al azar en tu vida,
arruinándola de forma aleatoria y por siempre.
Lloro, porque no te queda otro remedio y
sientes como esas lágrimas ya no significan nada, igual que tú para el mundo, y
el mundo para ti.
Ambos sabemos cuál fue el
motivo, tan crucial y decisivo, que acabó con esta magia que aun así sigue viva
en nuestros corazones.
Una causa que tuvo
importantes consecuencias y que marcó el final de una etapa, de una historia y
de cuento. Un cuento que no trata de ilusiones y alegría, un cuento que no
despierta sensaciones... Un cuento en el que el príncipe prefiere ser rana, un
cuento en el que la princesa ha muerto, un cuento sí, pero sin final feliz.
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