Déjame decirte que, si algo he aprendido en este período
de tiempo es que no debes irte con aquel que te promete el universo, ni con el
que te dice que estará ahí siempre, o el que más palabras bonitas te pueda
decir. Tampoco has de irte con el más guapo, o el más popular. Ni con el más
rico, ni con el que más a lugares de película te pueda llevar. Tampoco creo que
debas de irte con el que más se lo curre en San Valentín. Creo sinceramente,
que debes enamorarte de aquel que tenga arrebatos y te diga lo puta que eres
cuando no estás con él y lo celoso que se pone con cualquier tontería. De aquel
que tenga más idas y venidas, de aquel con el que te pelees todos los días. Con
aquel, que te de mil momentos malos, pero que sepa hacer que uno bueno, valga
más que un millón. Y de aquel que te haga sonreír cuando las llores y las cosas
vayan mal, porque cuando van bien las cosas, es demasiado fácil. Creo,
sinceramente, que con él funcionará. Enamórate, huye, con aquel que te haga
daño; eso significa que podrá hacerte feliz. Corre con aquel que te haga sentir
loca, con aquel que sea todo lo contrario a ti, aquel con el que nadie apueste
un duro por la relación, ése, con ése es con el que serás realmente feliz. Y me
dirás "Estás loca, eso es insoportable", sí, puede ser, pero lo
perfecto no existe, y aquel que tantas cosas te dice, es porque realmente le
importas. Decía un viejo sabio que quien bien te quiere, te hará llorar. Y creo
sinceramente, que es verdad. Porque creo que tú, y yo, y todos, deberíamos ir
con aquella persona que rompe todos los esquemas de lo perfecto y aun así no
deja de serlo.
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