Un día te das cuenta, el
tiempo ha pasado y sigues en el mismo lugar de siempre. Y todo lo que eso
conlleva. Sigues teniéndole miedo a las despedidas y sigues sin saber si
existen finales felices. Sigues esperando y desesperándote, y aprendiendo a
rimar insomnio con nicotina. Las noches se convierten en jaulas y los días te
matan sin pedir permiso. Un día te das cuenta de que estás tan vacío por dentro
que, sólo de pensarlo, te entra vértigo, y es que no has conseguido nada ni a
nadie que consiga hacerte sonreír como si el mundo no doliese. Escribes.
Cierras los ojos. Fumas. Duermes pocas horas. Detienes alarmas. Y te preguntas
por qué y hasta cuándo. Por qué y hasta cuándo de todo: de tu vida. O de la
muerte. Pero empiezas a pensar que quizá sean lo mismo. La gente te mira,
sonríes, y qué sabrán ellos de lo de adentro. Qué sabrán de tus ganas de
vomitar todas esas esperanzas que han caducado y que ahora sólo te dan dolor de
cabeza. Y cómo sabrán que ese brillo de tu mirada no son ilusiones, sino
lágrimas que nunca aprendiste a derramar. Gritos envasados al vacío. A tu
vacío. Y te pones una canción triste y subes el volumen. Quizá, piensas, mañana
todo irá mejor. Pero no. Mañana seguiremos aquí, en el mismo lugar de siempre,
y seremos las mismas coordenadas de un mapa en el que no sabemos encontrarnos.
Y así es un poquito la vida, como un concurso de a ver quién muere mejor. O más
rápido. O algo parecido. No lo sé, tengo esa sensación, de que nos estamos
acostumbrando demasiado a ser precipicios. A precipitarnos. A sonreír cuando
nos disparan y a decir que no nos ha dolido. A maquillarnos, a disfrazarnos y a
quedarnos muy quietos cuando queremos escapar. A que se nos queden los "te
quiero" en la punta de la lengua y terminen, un día, o una noche, desangrándonos
por dentro. Y así no vamos a ninguna parte. Que yo sólo quería deciros que lo
más cerca que he estado de vivir fue aquella vez en la que, dándole las
primeras caladas a mi primer cigarro, me atraganté con el humo. Y es triste que
pueda llamarle vida a eso y no a todo lo demás. Y ya está. Ojalá venga alguien
y nos lleve a ver mundo, o a ver camas, o a ver qué hacemos con toda esa
felicidad que nos debe la esperanza. Cerrad los ojos, chicos. Yo no creo en los
deseos, pero a veces sería bonito hacerlo.
lunes, 30 de septiembre de 2013
200. Cuidado, dicen que está tan rota que corta
Tu no eras de los que hacía
promesas, pero sabía que cualquier día acabarías prometiéndome algo, algo que
no ibas a cumplir, algo que a fin de cuentas tan solo me rompería más cuando no
estuvieras, algo a lo que aferrarme con esperanza cuando todo fuera mal y algo
con lo que seguir recordándote cuando ya no tuvieras intención de volver. Sé
que por mi cambiaste demasiadas cosas, y nunca te importó. Y sé que tampoco te
dejé besarme en el portal de mi casa a pesar de haberme acompañado hasta allí.
Y elegí eso. Elegí llorar por ti de vez en cuando, elegí creerme tus verdades y
creerme a medias tus mentiras. Elegí que fueras mi locura y mi cordura, elegí
las perdidas, la impotencia y la incertidumbre. El miedo a que te fueras y los
impulsos, elegí hacerme adicta a ti, a tus manías y a tu manera de hacer las
cosas. Elegí no callarme nada, elegí dártelo todo, sabiendo que cuando te
fueras, me quedaría sin nada. Todos tenemos malas rachas y la nuestra ya estaba
durando demasiado tiempo, ¿irónico verdad? Fui yo quien te dijo que no te
acostumbraras a mí y sin embargo fui yo quien lo hice. Era de esperar, no
éramos nada y en unos días lo éramos todo. Y supongo que este es el final que
no quisimos pero que llegó. Y ahora tengo que taparme la herida para que el
pasado no se vea, se me han quedado las cicatrices de un pasado que nunca
volverá, cicatrices de batallas, batallas contra mí misma. Pero me duelen más
las sonrisas forzadas que la herida, la sonrisa forzada cuando otros me dan los
'buenos días', la sonrisa forzada cuando recibo un mensaje de cualquiera que no
eres tú, y la sonrisa forzada cuando suena esa canción en la radio y giro la
cabeza para que nadie pueda ver como destruye lo poco que queda de mí. No sé qué
nos ha pasado, y aunque lo supiera, ni yo te lo diría ni tú me entenderías. ¿Sabes
lo peor de todo? Intentar conservar los recuerdos intactos viendo que sus
protagonistas cambian. No queda valor para pedirnos perdón por todo el daño
hecho así que no quedaba otra opción distinta a que uno de los dos se fuera. Y
siempre supe que yo me quedaría. Las personas no cambian, por mucho que me
empeñe en reconstruir todo lo que derrumbamos, quién está roto, está roto.
jueves, 19 de septiembre de 2013
199. Cuantas guerras he librado por tenerte aquí a mi lado
Sin motivo alguno, sin un
porqué exacto, tendemos a cubrirnos con las sombras del pasado. Tenemos la
manía de creernos todo aquello que nos cuentan. Todo influye. Es como andar por
tierra plana en un planeta redondo. Nos gusta rondar por las ilusiones que nosotros
mismos nos hacemos. Ilusiones que perduran en el tiempo. Llegamos a un punto en
que la confianza es tan grande, y la seguridad en nosotros mismos es tan
irreal, que no nos importa esperar días, minutos, meses, si estamos
completamente convencidos de que va a ocurrir. ¿El qué? Pues nadie lo sabe.
Pero tenemos la mentalidad, podría decirse, con personalidad propia. Y así,
poco a poco, la incredulidad se disuelve. Y la historia interminable llega a su
fin. Y cuando juzgas cada movimiento, cada pensamiento, entiendes que Lo que me
llevará al final serán mis pasos, no el camino.
198. Me perdí en un cruce de palabras, me anotaron mal la dirección
Me acostumbré a echarte de
menos mucho antes de conocerte, antes de que tu aliento fuera más adictivo que
los helados de chocolate o el primer cigarro de la mañana. La puta manía de
llorar y enredarme entre la sábana antes de coger el sueño, mientras susurraba
tu nombre sorprendiéndome cada vez que pronunciaba una letra más. Me acostumbré
a quererte, a desearte, a que mi almohada oliera a ti. A verte como costumbre y
llamarte como vicio. Entendí que eras parte de mí, que necesitaba oír tu
respiración cada noche, levantar la vista y ver el color de tus ojos como nadie
los puede ver. Que te quería desde, por y para siempre, y en mi cuello está
firmado que, a tu lado, hasta el fin de mis días. La propia necesidad me
supera.
No sé si te habrás dado
cuenta de que la temperatura de mi sangre asciende cada vez que me sonríes. Mi
piel se vuelve pálida y roja al mismo tiempo, y mis ojos se iluminan como faros
en la noche. El viento choca con tu olor y lo desliza lentamente ante mí. Me
acaricia las mejillas y por un momento, siento que el tiempo se detiene. Las
manillas de cada reloj cercano paran de girar y girar a cada segundo. Tus
suspiros hacen cosas inexplicables si se acercan a mi cuello. Mientras, tus
caricias suben y bajan por mi espalda. A tu lado cierro los ojos y cada
segundo, de esos que los relojes ya habían olvidado marcar, me hace más y más
feliz. Y me fundo en tus pupilas mientras éstas se pierden entre el marrón de
mis iris. Y creí saltar hacía lo infinito cuando tus labios entraron en
contacto con los míos. Y susurré, gritando en silencio, un te quiero de tal
manera, que cuando quise darme cuenta, en tu garganta retumbaba el yo más que
ibas a pronunciar.
lunes, 16 de septiembre de 2013
197. Carpe Diem II
Sentimos soledad, sentimos
necesidad, sentimos que nos aproximamos a un precipicio y no vemos nada, sólo
niebla, confusión.
Caemos, vemos pasar nuestra
vida por delante, vemos escenas de nuestra vida, vemos cambios que nos hubiera
gustado hacer, palabras que nos hubiera gustado decir... o callar, personas a
las que hemos perdido y daríamos todo por tenerlas un sólo segundo de vuelta.
Siempre nos arrepentimos de
las acciones cuando vemos lo fatídicas que pueden llegar a ser, nos
arrepentimos de nuestro comportamiento hacia una persona cuando vemos lo
desolado que puede llegar a sentirse, nos escudamos en los falsos 'Lo siento',
cómo si dos tristes palabras pudiesen cambiar la peor de las acciones, pero no,
hay momentos en los que tenemos que afrontar la situación, armarnos de valor y
cortar con todo lo malo, aunque en ese momento no sepamos si podremos
soportarlo.
Cuando te conocí, me
enamoraste poco a poco, día a día con tu forma de ser, me llegaste a hacer
inmensamente feliz, sonreía cada vez que hablaba de ti y siempre decía: 'Es
perfecto, no tengo ninguna queja de él', he tenido que rectificar y decir
encogida de hombros: 'Bueno... supongo que no era el tipo de persona que
necesitaba, estoy bien', la verdad es que... no miento, estoy bien, me he ido
acostumbrando a esto, a prescindir de ti, o mejor dicho... a que tú me elimines
paulatinamente de tu vida.
Me pedías espacio y te lo
di, te di tanto espacio, que ahora no creo que nada sea capaz de unirnos, me he
dado cuenta de que sin ti estoy bien, y... muchas noches he llegado a pensar
''¿Y si no soy lo suficientemente buena para alguien?, ¿Y si me enamoro y
vuelvo a caer?'' pero... he llegado a una conclusión, vivir día a día, el
futuro es algo que no podemos predecir, es mejor vivir pequeños momentos junto
a una persona que te hace sentirte grande, es mejor reír que llorar, es mejor
amar que pensar.
Es hora de emprender un
nuevo rumbo, de convertirse en pluma, una pluma que no sabe cuál será su
destino pero vuela libre.
miércoles, 11 de septiembre de 2013
196. Mis cuatro paredes
Estas cuatro paredes hablan de un día demasiado soleado
para quién no tiene planes, de un corazón que busca oír algo que la haga bailar
y de cientos de canciones que ya han sonado. Pero estas cuatro paredes pasan
horas entre la luna y otra ciudad, pensando en mañana e imaginando de que
hablarán los años, porque entre estas cuatro paredes hay algo que habla de que
será de ellos cuando haya un cómo y un dónde. Mientras tanto, una sigue
pensando en las sorpresas, en aquella mirada que le pide que pase esta vida a
su lado y en las veces que se le entrecorta la voz cuando las noches se ponen
feas. Una sobrevive a base de sueños, que lejos de aproximarse se alejan. Una
no pierde las ganas de dar tumbos por alguna ciudad del mundo y muere por otra
noche de las de "bienvenida a casa" y mañanas de las de "buenos
días princesa".
Por si fuese poco, esta mente no cesará, nos perseguirán las
opciones y su manía de torturarnos lentamente hasta que nos decantemos por una
de las miles de cartas que nos deja entre manos
y cuando escojas la tuya, el corazón volverá a hablar por ti, porque
siempre nos habla, incordia, se confunde y echa de menos. Porque el corazón
tampoco cesa.
Hay mil cosas que siempre echarás de menos, porque este
juego es una calle sin atajos ni desvíos. Es una recta sin cruces ni paradas
donde quedarte a pensar en volver atrás. En nuestras manos están tantos años
con los que no sabemos ni que hacer y son tan grandes nuestras ganas de
compartir, que casi se nos olvida todo lo demás. Estadísticamente, son tantos
los precipicios con los que nos podemos encontrar y son tan pocas las razones
que nos quieren detener... casi nos hemos decidido a darnos por vencidos y
dejarnos llevar. Son tantos los bailes y locuras que nos dejaremos en el
tintero que casi da miedo pensarlo. Son tantos los atardeceres que no tenemos
en común que nos precipitaremos en medio de uno en cuanto algún abril nos lo
conceda. Son tan grandes nuestras ganas de encontrarnos en la misma ciudad para
tomar un café, mirarnos o hablar de un viernes que parece que el mundo se acaba
cuando lo conseguimos.
Seguramente el mundo no nos entienda, ni yo entienda el porqué
de tantas cosas, pero nadie ha dicho que tengamos que entendernos para
aceptarnos. Mundo, tú y yo solo compartimos espacio.
lunes, 9 de septiembre de 2013
195. Un lunes diferente, especial quizás.
Sonó la alarma. Mierda, maldita rutina. Apagó el
despertador con un golpe, como cada mañana, se desperezó y salió de la cama. Se
miró al espejo y no sabía si había sido real o si todo fue un sueño. Después de
la ducha estaba algo más despierta, pero seguía algo confundida. ¿Por qué es
lunes otra vez? Preparó las cosas de ese día, decidió la ropa y se vistió. Se
puso los cascos y mientras sonaba Passenger, desayunó: café y tostadas.
La mañana marchó como siempre: aburridas clases de
aburridos profesores, lo único bueno de las clases es la compañía. Los
compañeros de clase son los que hacen diferente la rutina. A ella siempre le
gustaron los lunes, se sentía rara cada vez que lo decía porque todo el mundo
odiaba los lunes. Pero ella veía los lunes como una nueva oportunidad, como un
nuevo libro en blanco, como un lienzo en blanco, como una canción por escribir.
Veía los lunes llenos de oportunidades, de propósitos y de sonrisas. Aunque
este fue un lunes raro, diferente a todos los demás, fue bueno también. A su
manera. Cuando llegó a casa a comer, le esperaba una carta en el buzón y una
caja en el felpudo. ¿Qué será? ¿De quién? ¿Por qué? Cogió ambas cosas y entró a
casa. No había nadie, mejor.
En el sobre ponía 'abre primero la caja': le temblaban
las manos y el corazón le iba a mil por hora. Sentía curiosidad e ilusión por
saber de quién era y qué contenía, pero tenía algo de miedo. Nunca le había
gustado abrir regalos, incluso estando sola. La curiosidad le podía, no sabía
qué contenía aquello pero quería saberlo. Aunque una parte de sí misma se moría
de miedo. Al final, cogió la caja y la abrió. ¡SORPRESA! Se quedó boquiabierta.
No lo podía creer. ¿Cómo puede ser? No. No puede ser. Temblaba todavía más que
antes, el pulsó se le disparó. No sabía si reír o llorar. No sabía qué sentir.
¿Por qué ahora? Sonrió. Intentó calmarse y decidió leer la carta, aún con el
corazón a mil por hora. Tenía un nudo en el estómago y parecía que el corazón
se le iba a salir por la boca. Se le cayó la carta dos veces antes de conseguir
abrirla.
Ella temblaba. Lloraba, pero no sabía si de alegría, de
tristeza, de rabia, de impotencia, de amor, de desamor, o de qué. Estaba
nerviosa. Abrazó a Coby. Joder, ¿por qué ha tenido que volver ahora? ¿Para
poner mi mundo más patas arriba de lo que ya estaba?
jueves, 5 de septiembre de 2013
194. Adiós Agosto.Es casi septiembre.
Hoy, no dudo y olvido por completo mi rara costumbre de
reflexionar porque si o por el miedo a equivocarme. Se me empieza a olvidar
caras y lugares. Todo huele diferente, como a vida nueva sin estrenar.
Cualquier ciudad en paz parece más soleada, más bonita, menos rara.
Esta vez parece que las dudas han olvidado porque
existían, que todo fluye y que incluso se me empieza a olvidar que el verano
acaba, que las playas dejarán de recibir
niños, refrescos, amor y algún que otro beso entre olas.
Los abrazos de bienvenida serán los "te echaré de
menos una vez más", los de siempre, los que me quitarán el sueño por tres
días porque la que se convirtió en mi cama por más de treinta noches estará a
mil kilómetros de mi almohada.
Volveré a subir el volumen de mi iPod para no escuchar el
silencio. Hablaré con nostalgia de lo feliz que era preparando tres tostadas
mientras dudaba entre seguir en el sofá o salir a ver mundo. Recordaré la
mirada de ilusión de aquel corazón que no quería abandonarme, que me enseño a ser
quien soy.
No era casualidad que este verano este huyendo de los
reencuentros y las despedidas.
Me resultaba emocionalmente más barato vivir un verano
demasiado largo sin aventuras ni historias que recordar a volver a echar de
menos.
Mi casa, mi hogar y mi ciudad a lo mejor no habrán
cambiado.
Las calles seguirán tan frías como siempre, seguiré
inspirándome con las mismas canciones pero todo habrá cambiado. Septiembre viene cargado de algo más que
libros, lápices y apuntes desordenados frente a una pantalla.
Acabarán llegando los fines de semana de ocho horas
ganándose monedas, los de los pasillos que hablan cuando paso, los de no me mires
que me enamoro, los de te espero a las diez. Los amores de verano que siempre
me intrigaron se plantan en septiembre con un "me quedo contigo" para pasear de la mano en otoño y abrigarnos
en invierno.
martes, 3 de septiembre de 2013
193. Brindaré en plural, por un Nosotros
No puedo dejar de soñar
y aún con mi lista de "cosas que hacer antes de morir" a medio
acabar percibo cierto abuse de tu nombre en ella. Y sí, tomo esa hoja como
referencia de lo que es mi vida a día de hoy.
No hablo de millones ni de imposibles, la cosa tan solo
va de sueños pequeños que sean lo suficientemente grandes como para llenarme la
vida e inflármela de gramitos de felicidad y de lugares donde respirar un
poquito de aire puro, paz y su voz.
Me importaba bastante poco que hace no tantas horas el
frío golpease mis costillas.
El frío no es nada fuerte como pretende ser, ni tan
siquiera me intimida cuando tengo tus brazos sobre mi cintura. Llámalo
seguridad o el amor y sus tonterías varias, pero me pido esa sensación para mis
próximos cincuenta inviernos. Al frío con besos, en mi idioma se le llama
cosquillas. Sin ti tan solo es frío, a secas y lleno de connotaciones negativas
que sugieren un "te necesito".
Sin duda, todo es más bonito cuando hablamos en plural y
las mañanas pesan kilos sin ti. Mis mañanas dependen de un "mon
amour" y mi vida de un "Nada, Nunca y Siempre". Seguiré
brindando en plural, por los comienzos, esos que son como yo, torpes y repletos
de planes. Brindaré por lo que no fue para que fueses.
lunes, 2 de septiembre de 2013
192. Nickelback
"Time, is going
by, so much faster than I
And I'm starting to
regret not spending all of here with you Now I'm wondering why
I've kept this bottled inside So I'm starting to
regret not selling all of it to you."
<< Oh, you've
gotta live every single day
Like it's the only
one, what if tomorrow never comes? Don't let it slip
away, could be our only one You know it's only
just begun, every single day Maybe our only one,
what if tomorrow never comes? >>
Tomorrow never comes...
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